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Brexit. El desconcierto del experto

El Reino Unido ha decidido disolver su sociedad con un grupo importante de países europeos, con los que había formado un club del que ha sido socio durante 44 años. Ese club, la Unión Europea, nunca había tenido un caso de socio que se quisiera marchar, por lo que esta situación es una novedad absoluta para todos.

Lo que se acaba de abrir es un proceso de negociación en el que los británicos pretenden mantener todas las ventajas de la Unión Europea sin ceder ninguna cuota de lo que ellos entiendan en cada ocasión como soberanía, y desde luego, sin contribuir al funcionamiento de la Unión Europea. Planteamiento con el que la Unión Europea no puede estar más en desacuerdo, aunque solo sea porque un pacto de tales características haría que el resto de países de la Unión Europea se planteasen también marcharse. Reino Unido pretenderá negociar algunas cuestiones de forma particular con determinados países, la Unión Europea se mostrará como un bloque en lo que respecta a la articulación de la decisión legal.

Con respecto a las personas, Reino Unido nunca ha sido parte del Acuerdo de Schengen, por lo que la libre circulación está más limitada que en el continente. El hecho de que sea una isla tampoco ayuda mucho a lo de que no haya fronteras. En todo caso, por un período no bien definido de tiempo (de dos a seis años) no será necesario para un europeo usar el pasaporte para viajar o residir en el Reino Unido. Ni para un británico para vivir en Europa. En las negociaciones los ciudadanos que ambas partes tienen intercambiados en décadas de fluida libertad de establecimiento serán usados como moneda de cambio y elemento de presión.

 ¿Qué va a pasar con los residentes españoles en Reino Unido?

Por ahora, nada. Los trabajadores especializados en los perfiles profesionales en los que el mercado laboral interno británico es endémicamente deficitario – profesionales sanitarios, profesores universitarios en carreras técnicas, por ejemplo- tendrán como colectivo un tratamiento más generoso que aquellos que se dedican a trabajo menos cualificados. Esto es, será más fácil acceder a la residencia permanente (el famoso y tortuoso formulario de los 85 folios) o se creará uno específico para ellos. Emigrantes españoles en el Reino Unido había antes de que nosotros entrásemos en la UE y los seguirá habiendo ahora que son ellos los que parece que optan por abandonarla. Ahora bien, temas como la forma de calcular futuras prestaciones de la Seguridad Social quedan en el aire, no hay una estrategia correcta por mucho que los expertos apuesten en que se mantendrá en lo esencial el Convenio Europeo de Seguridad Social. Es indiscutible, en todo caso, la incertidumbre de aquellos que desean labrarse una carrera profesional allí, o de las empresas que quieran establecerse o hacer inversiones. La inseguridad jurídica convierte planes estratégicos de inversión y crecimiento en auténticas apuestas.

¿Qué va a pasar con los residentes británicos en la UE?

Están en la misma situación de expectativa. En los residentes británicos, sobre todo los que residen en el sur de Europa, hay un número significativo de jubilados que hacen un uso de recursos sanitarios mucho más intensivo del que realizan los trabajadores en activo europeos en el Reino Unido. Sobre trabajadores en activo hay un cierto equilibrio en aportaciones y servicios entre las dos partes. En jubilados, no. Obtener la residencia permanente en España no es un trámite tan complejo como en Reino Unido. La nacionalidad es posible con 10 años de residencia y un nivel decente de castellano. Ahora bien, España no podrá establecer un procedimiento distinto para regular la situación administrativa a ciudadanos británicos del que establezca la UE.  Y volvemos a la incertidumbre.

La pelota está ahora en el tejado de los políticos. Y los políticos, en la que vaya avanzando, se la pasarán a los técnicos que elaborarán los textos legales necesarios para poner en marcha lo acordado. Y sin esos textos legales los expertos vamos a continuar desconcertados.

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